sábado, 12 de enero de 2008

Prólogo - Hasta el Fin del Mundo (Wim Wenders)

Farber (pintor, dibujante, en alemán) ha estado coleccionando imágenes alrededor del mundo con una máquina que permite ver a los ciegos y, específicamente, a su madre Edith (Jeanne Moreau), privada de la visión.


Wenders, fascinado por aquel entonces por el avance del cine digital, da preponderancia en la película a la máquina que Henry y Sam han elaborado que permite grabar imágenes para que las vean los invidentes mediante el registro y copia de las ondas cerebrales del "cámara" en el cerebro del "espectador".
El movimiento de la película reajusta su centro, después de esta primera parte a través de lo desconocido de las ciudades y de los signos, al rearraigarse en algún lugar de Australia, en pleno desierto, alrededor del trío familiar: el padre, la madre, el hijo. Este reajuste parece dejar pasmados a los otros personajes (detective, escritor celoso sin inspiración.. como si Wenders no supiera qué hacer con ellos. El auténtico guión wendersiano se vuelve entonces explícito: el del hijo que recorre el mundo (el famoso tema del vagabundeo), especie de puesta a prueba que encuentra su desenlace en el bucle familiar. Trevor no hace más que colmar el deseo de un padre visionario, encerrado en su idea fija. Lo cual consiste en una transmisión de imágenes que permitan por fin a la madre ciega (Jeanne Moreau) ver, percibir formas y colores, rostros de parientes desperdigados por el mundo, esas imágenes que Trevor ha filmado en las ciudades, con su curiosa cámara. Podemos decir esto de otra manera. Se trata para el hijo de ayudar (a la vez que se rebela) al padre a ver por fin a la mujer que le quiere y a la que ya no ve más que a través de un sueño loco de científico. No es el hecho de que la madre sea ciega el quid del problema, sino el que haya que alimentar el deseo del padre, el deseo maquinico de imágenes imposibles. Todo el guión anterior, aquella peregrinación hasta el fin del mundo no habrá sido para Trevor más que una búsqueda de imágenes que, una vez manipuladas por las máquinas del padre, entrarán en el cerebro de la madre para constituir el home movie soñado, devolviendo así la vista a una ciega y reuniendo a toda la santa familia.


"La mirada es siempre un acto de amor. Look es rápido, se olvida rápidamente y se hace sin preparación, con mucho menos concern, sin que uno se implique. La que el lenguaje electrónico va a crear, es sólo to look at everything (verlo todo). Y será increíblemente difícil inventar una mirada a través de una cámara de vídeo con la misma emoción que se tiene con cualquier máquina de fotos. No sé por qué."


Podríamos darle la vuelta a las palabras de Wenders y decir que si no educamos nuestra mirada, para ver con emoción, con implicación, no podremos querer. Acumularemos retazos de la realidad, sin que ellos dejen huella en nosotros, sin que nosotros dejemos nuestra huella en ellos...

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